No hemos puesto el árbol. Bajamos la caja de adornos. La tuvimos exactamente 25 minutos sobre el suelo del recibidor. Lo justo mientras bajábamos el árbol gigante, el pie, las luces y toda la pesca. En esos 25 minutos, el gato se dedicó a jugar al fútbol con unas… 12 bolas de navidad. Perdía una e iba a buscar otra. Así doce veces. Y luego María se dedicó a sacar los espumillones y a adornar perros navideños. La cogimos al vuelo cuando ya iba a empezar con los gatos, una vez rellenada de brillis la jaula de la chinchilla. Así que, sin mediar palabra, Jon y yo hemos metido todos los pertrechos en el garaje y hemos decidido por unanimidad silenciosa que mejor mañana. O pasado. O al otro.
O que igual le colgamos unas lucecitas al aligustre, y tira.